El festival en sí fue único. Hay y hubo siempre una tendencia por prestarle especial atención a los finales de todas las cosas. Por ejemplo, una película buena sin un final atractivo pierde su categoría como tal. Se podría decir que los recitales también entran dentro de esta “regla”. A la hora de analizar el final de Woodstock, pocas cosas se le asemejan.
Jimi Hendrix solicitó desde un principio que quería ser él quien cerrara la ceremonia y, de esta manera, se programó su show para el final del festival, cerca de la medianoche que dividía el domingo del lunes.
A las 9 de la mañana del lunes (sólo 9 horas después de lo programado) los parlantes del escenario acordaron expulsar el inconfundible riff de Voodoo Child y, cuando todos esperaban el comienzo de la canción, los dedos del Dios de la guitarra transformaron el himno estadounidense en una versión eléctrica. “Aunque estemos en contra de la política de nuestro país, seguimos siendo americanos”, declararía Hendrix más tarde.
La lista de canciones duró dos horas en conocer su final. Una excelente versión de Hey Joe, con improvisación incluida, fue la frutilla de un postre que quedaría en el recuerdo de muchos como el acontecimiento más importante que tuvo el rock en su historia.
viernes, 17 de agosto de 2007
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1 comentario:
di con este espacio de casualidad y está buenisimo.Magda
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